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HORACIO, EL LÍDER GREMIAL Y DE IZQUIERDA, ADEMÁS DE POETA DE LA TERNURA

Publicado: 2016-03-07

  

Los tiempos de Horacio

Hace algunos días, leyendo a Savater me encontré con una frase audaz dictada por su condición de preso y de amoroso compañero del arte: “Desde que conozco el arte, sé que un hombre nunca puede estar del todo prisionero.” (1). Entendí mejor lo que decía Horacio Zeballos, el líder de los maestros, quien no solo llevaba el “sufrir como un talismán (Montale), sino también la ternura y el amor de quienes representó en sus duros años de combatiente. Por ese “delito” fue perseguido y confinado en prisiones sórdidas, mas:

“De qué les sirve mi cuerpo

si el corazón lo tengo libre” (1)

Horacio partió a la inmortalidad el 7 de Marzo de 1984. La mayoría de los maestros de la generación de los 70s, que ya no quedan muchos en la docencia activa, lo siguieron y convirtieron en su guía. Es que Horacio había salido del pueblo, volvió a su seno cuando ya era maestro y, después, cuando se convirtió en perseguido constante, fue la gente del pueblo la que le brindó refugio. Él se mantuvo consecuente con sus raíces y dentro de ese estar constante fue amigo y leal compañero. En cambio, en la lucha y la confrontación contra el poder, su postura fue desafiante y contundente. La convicción le afloraba hasta iluminarlo y por eso era desenfadado frente a los “descuartizadores de la luz y el canto” (2)

Con su figura de Cristo desgarbado y digno; con su caminar que poco a poco se hizo lento; con su palabra que trasmitía emoción y concepción, indignación y ternura; congregaba y alimentaba coraje y consecuencia a los de sus filas. Por esas razones llegó a ser amado por los maestros sobretodo, y, por las mismas razones, fue odiado por los sectores más retrógrados y reaccionarios de los militares y grupos de poder, que bajo el mandato del general Morales Bermúdez, se empeñaron a desmoralizar a Horacio y en negarle a los docentes el derecho a una vida digna.

El SUTEP surgió desde el corazón del magisterio peruano. A estas alturas de la historia, independientemente de sus limitaciones y yerros, que los tuvo y los tiene, decimos que el gremio de los maestros peruanos se ha convertido en patrimonio de las organizaciones sociales del pueblo. Conductor de ese caminar que aún no concluye, fue el maestro Horacio Zeballos Gámez.

La travesía ha sido larga para los maestros; de sacrificios: persecuciones, cárceles; muerte con características de asesinato, despidos, traslados, subrogaciones; pero, si todo esto fue “un presente” de la dictadura para todos los maestros, fue en Horacio que se concentró el odio irracional de un régimen que se bestializaba frente a un líder que no tenía más armas que su palabra ni más ejército que sus colegas, y con ellos se atrevió a desafiarlos, encararlos y combatirlos.

La poesía como actitud vital

Horacio, convertido ya en combatiente, cultivó la poesía y la hizo su bálsamo y su arma de lucha. En su trajinar llegó a publicar tres títulos: Pluma Esclava, Esclavos de Corbata, y Alegrías de la Prisión. Con esta última logró ascender a la cima de los elegidos, y en ese pedestal se ha quedado, aunque es verdad que con olvidos y silencios. Y es que los maestros lo reconocen y lo mantienen vivo en su itinerario de combatiente y fundador del SUTEP; pero, han echado –sin querer- silencio sobre el poeta, al extremo que hay el riesgo que su poesía sea cubierta de un catafalco de olvido. Esto es lo que tenemos que impedir y evitar. Y una de las formas de hacerlo es difundiéndolo y llevándolo al aula a él y su obra.

Horacio logró la condición de auténtico creador con su último libro Alegrías de la Prisión, epilogal porque la muerte truncó al poeta y al líder. La mejor prueba que tenemos de la detención abrupta del poeta las frases de sinopsis de la contratapa del libro: “Su verdadera historia poética comienza sin embargo ahora y continuará con la próxima edición de los textos que concluye en estos días.” (3)

Esto es lo que dice el sello editorial Obramundo. Se colige que después de esta publicación, vendrían otras más. Sería lamentable que las creaciones últimas del poeta Horacio se hayan perdido. Aquí hay que emprender una investigación. ¿Quién la asume?

Horacio hizo una poesía intimista y lírica, lo que no le impidió llevar dentro de sí las razones y emociones de una militancia que realizó su personalidad de manera integral, al extremo de advertir que “El Partido forma y realiza. Toda acción retorna al pueblo, del que nace. En él se troca en futuro concreto, en revolución posible. Solo la militancia política activa, favorece una auténtica y profunda convicción revolucionaria. Dedico estas Alegrías de la Prisión a mi Partido, el P.C. del Perú.” (4)

En este aspecto, el poeta ratifica las tradiciones, para hablar solo de los peruanos, de los creadores cuya adhesión política y social no los separa del reino de la poesía, sino que con esa militancia, la poesía gana en calidad, intensidad y belleza. Sino veamos el caso de César Vallejo, quien ya militante reconoce que “todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él”. Sus Poemas Humanos, Poemas en Prosa y España, aparte de mí este Cáliz, son obras de valor universal por su estética e identidad con la humanidad.

Crónica y emoción

A inicios de los 70s., y recién formado en el SUTEP, sus líderes y activistas son confinados en el Penal del Sepa, aquella prisión enclavada en la Amazonía, en este lugar eran recluidos los delincuentes de más amplio y peligroso prontuario y los dirigentes sociales indoblegables que combatían el orden existente. Ahí estuvo Horacio e hizo su travesía por los reinos de la nostalgia. Así, recordando a la madre va pergeñando versos que después, con “esfuerzo de artesano”, como diría Javier Heraud, va dando forma. Va “separando la paja del grano”, y seleccionando sus poemas que pasarían después a ser parte de su Alegrías de la Prisión:

“De los presos soy el último

dame por descontado en las filas del encanto.

De qué les sirve mi cuerpo

si el corazón lo tengo libre

Difícil no es vivir

sino entender porque se vive

Bebiendo el cristalino trago de tus senos

aprendí a no llorar

y no lloro.

Soy de los que se resolvieron en el mismo vientre

como la flor en la retama

Flores y pájaros trinan

en la ventana de mi exilio” (5)

(Poema 1, Alegrías de la Prisión)

Este poema crónica encierra una profunda emoción. El poeta está en presión, lo dice explícitamente. Cavila sobre su opción de vida elegida y ratificada su compromiso. En efecto, “difícil no es vivir sino entender porque se vive”: o se vive de manera trascendente, obrando por abrirle una nueva ruta a la humanidad o se vive de forma rutinaria y mediocre. Aun cuando se logre algún éxito material en la existencia este tipo de vida es absolutamente intrascendente.

En todos los tiempos, frente a una humanidad de indiferentes, hubo gente dispuesta a transitar por las sendas de la lucha y ofrecer el ser en procura de un mundo mejor. Eso es algo que los seres egoístas y rentistas, acaparadores de riquezas y de plusvalía, jamás podrán comprender. Por eso, Horacio además de ser vigente como líder gremial debe serlo también como el poeta combatiente y el versificador de la ternura.

En este poema que hemos trascrito, una imagen presente y recurrente en su madre. De ella, bebiendo de los senos maternos y desde los tiempos en que se agitaba en el vientre, aprendió a no llorar y a florecer como la retama. De modo que no ve sombras fatídicas ni escucha llantos ni lamentos, sino que desde su exilo, las flores y los pájaros trinan en su alma.

Se hace en la lucha, en la prisión. Es el poeta de la lucha, pero también de la alegría y el optimismo.

Su lenguaje de imágenes, capaces de expresar emociones, sentimientos, vivencias externas interiorizadas, ritmo, brevedad y concisión, lo presentan como un poeta que hace uso sobrio y preciso del lenguaje. Esa facultad es lo que hace que la poesía sea definida como la belleza de la palabra. Y esa cualidad la muestra a lo largo de toda la obra que estamos comentando.

Por eso, no es en absoluto arbitrario indicar que Horacio es un poeta auténtico. Tenemos el deber, los que estamos comprometidos en los ámbitos de la cultura antisistema, ponerlo en el sitial que le corresponde.

Masa combatiente e individualidad creadora

De palabra categórica. Solía afirmar con su corazón y con sus manos. Desde que se fundó el SUTEP, en el Cuzco de 1972, y desde que se le dio la elevada responsabilidad de conductor máximo del gremio, Horacio tuvo que desplazarse en condiciones peligrosas por todas las bases magisteriales del país.

En esta época se gesta el reconocimiento que le brindaron los maestros del Perú y que ha continuado hasta más allá de su muerte. Todos los que lo conocieron señalan que era un hombre de palabra serena, tierna y coloquial. Así también, a la hora de deslindar con otras posiciones y opciones que actuaban al interior de las filas del magisterio, era implacable y contundente, pero era cordial, tanto así que sus propios adversarios lo respetaban y hasta admiraban.

Usaba un lenguaje agitador para calificar a sus adversarios: representantes y autoridades del Gobierno. En esas circunstancias era mordaz, implacable y abundante en el uso de imágenes. Horacio – lo dicen sus compañeros más allegados- era experto a la hora de estampar adjetivos calificativos. El Horacio de la multitud era el líder gremial, el agitador perfecto si cabe la frase, y era el poeta solidario y tierno, que lanzaba merecidas loas a los maestros que luchaban junto a él en pos de los sueños colectivos.

En los momentos que le tocó dirigir la masa para incorporarlas al combate, Horacio fue el jefe guerrero dispuesto a hacer frente a las peores adversidades. Forjó una poesía que por su tono y su espíritu es en realidad un evangelio. Escuchemos lo que dice el guerrero a propósito de la lucha y de la ética de los luchadores.

“Maestro

en tu libro de lucha

he aprendido

que no traicionar es un mandamiento

Me enseñaste a vencer montañas

y ciudades

a no retroceder como el agua constante

Vives en mi sangre

y el pueblo abraza tu esperanza

Eres el Huascarán que de puro hermoso causa espanto

En ti aprecio al Urubamba que baja vivando

y al amanecer pareces el Titicaca que se ahoga

en las orillas de mis ojos

Nada importan abrojos y enemigos

para vencer requiero tu ternura

la trasparencia humana

tus brazos de cóndor

Quiero lealtad

como los niños que siembras con tus palabras

Un ideal color de lirio un país como tú

donde el fusil hable y derrame cantos

Maestro

cuando te miro me acuerdo que estoy venciendo

y no tengo miedo a los descuartizadores

de la luz y el canto” (6)

(Poema 29, Alegrías de la Prisión)

Horacio es el poeta de la emoción y hasta del simbolismo lúdico. Este Horacio aparece en toda su dimensión cuando se expresa en versos como una forma de resistencia. Podemos decir que Alegrías de la Prisión tiene un valor intrínseco en su lenguaje en sí y por eso es poesía auténtica.

La fuente de Alegrías de la Prisión es el amor en sus vastas dimensiones: a los maestros, a la madre, a la patria, a la amada, a los amigos entrañables, la libertad, la naturaleza, los niños, la familia. Y la posibilidad casi única de escribir ese tipo de poesía está en estar acompañado del silencio. Si es en la prisión, al autor francamente ya no le importa. Por eso es que al salir del SEPA solía decir: “la cárcel te tiempla como el acero o te derrite como a una cera”.

Su ser es totalizador y abraza todas las consecuencias que traen consigo esa manera de vivir la existencia. Los que se han acercado a su poesía han advertido que hay en él un creador innato y que el poeta no fue ganado ni anulado por el mar de la lucha y la protesta. Horacio vivió como quería y cantó de la única forma que podía hacerlo: con poesía.

Por eso, pudo dejarnos poemas como éstos:

“Se ve la luna como un muchacho cimarrón

y los amantes se ocultan en su espalda gris

Gira luna

gira lunarejita

A la media noche te haremos la despedida

dame la dicha del búho para mirarte

sin que me mires

Para ir a tu encuentro me vestirán de fiesta

los pingüinos me prestarán su frac” (8)

(Poema 20, Alegrías de la Prisión)

Valoración

Han pasado los años, 32 calendarios, y los maestros lo recuerdan como su líder y lo citan con versos reiterados, pero aún falta estudiarlo e investigarlo. Hace falta proyectarlo. Ponerlo en el Plan Lector. En un proceso de profundización de la cultura individualista que fomenta el neoliberalismo sería altamente beneficioso y positivo que lo lean los maestros, los estudiantes, los jóvenes; que lo lean no desde la cita a la cita, sino desde la obra completa a la reflexión serena. De Horacio se puede utilizar el más variado poema suyo para poder ejercitar sensibilidad, infundir valores y establecer el conector lógico y dialéctico con la realidad cotidiana y la dinámica social.

Los maestros que trajinamos en procura de una educación de calidad y de un país sin exclusiones y con libertad plena, tenemos una gran responsabilidad. Somos conscientes que no hemos entendido aún en toda su dimensión la vida de Horacio, y la causa es porque aún nos falta entender y sentir su poesía. No es fácil acometer esa tarea. Para empezar, se debería ir a la reedición de su obra; luego, ponerla en el Plan Lector de los Marcos Curriculares. Con esta propuesta y una buena metodología y técnica socio – cultural de comprensión de textos, la frase aquella de que el maestro enseñando también está luchando tendrá pleno sentido.

Pero, la responsabilidad mayor es difundir su vida y su obra. En estos tiempos de traiciones a los principios, de deslealtades y arribismos, Horacio es un ejemplo de consecuencia y de coherencia.

Entonces, difundirlo y revalorarlo es una grata tarea, una ineludible responsabilidad.

Citas bibliográficas:

1.- Savater, Fernando, Figuraciones mías. Ariel, 2013.

2.- Horacio Zeballos, Alegrías de la Prisión, Obramundo, 1979.

3.- Ob. Cit.

4.- Ob. Cit.

5.- Ob. Cit.

6.- Ob. Cit.

7.- Ob. Cit.

8.- Ob. Cit.


Escrito por

Julio Yovera.

Natural de Catacaos, Piura. Docente universitario en la especialidad de Literatura. Publica artículos políticos y culturales de interés.


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