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LA IZQUIERDA

No solo renovación generacional

Julio Yovera

Publicado: 2015-12-18


La crisis de la izquierda no es exclusivamente generacional. Si así fuera, su recuperación sería sencilla, bastaría darles a los jóvenes la conducción de las organizaciones políticas de izquierda existentes. El relevo generacional, visto como un asunto cronológico y biológico, no significa un salto de calidad. Las limitaciones ya históricas de la izquierda tienen que ver con factores de mayor significatividad.  

Veamos el discurrir de la izquierda peruana.

Después de la etapa auroral de Mariátegui, los sectores socialistas y comunistas fueron perdiendo el horizonte que el Amauta esbozó para un Partido en una sociedad como la nuestra; él no se quedó en el análisis clasista de la economía y la superestructura, como proponía el dogma, sino que estudió el tema de las nacionalidades nativas, de las comunidades “indígenas”, el de las nacionalidades. Con su partida temprana, su pensamiento se hizo a un lado.

Después, yerros tras yerros, como aquél de apoyar a supuestos representantes de una supuesta burguesía nacional, llegando al excesos el de calificar a Prado como el “Stalin peruano”. Los que tuvieron la responsabilidad de conducir el Partido, se convirtieron en una capilla desligada de las bases, sin una real ligazón con el movimiento obrero y campesino; lo que aprovechó el APRA.

En los 50s, Odría asumió el poder y los comunistas fueron perseguidos. Muchos camaradas ejemplares partieron al destierro.

En los 60s, dos corrientes de renovación asomaron en los dos partidos populares más importantes. Una al interior del APRA y otra desde el interior del P.C. Posteriormente, desligados de sus respectivos partidos, se formaron el MIR y el Ejército de Liberación Nacional. El objetivo histórico estratégico: ir al socialismo; y, el objetivo preciso programático: acabar con la servidumbre y resolver el problema de la tierra a través de la reforma agraria.

Esos movimientos fueron derrotados militarmente. La Reforma de Velasco hizo parcialmente las medidas por las cuales se dieron los movimientos guerrilleros. Quedaron en el recuerdo y en la historia esas acciones. Y como la experiencia nacionalista no se sustentó en la población organizada, se produjo una contrarreforma y la derecha volvió al redil y desmanteló lo avanzado.

En los 60s y los 70s, la izquierda se arraigó en sectores sociales importantes. En el magisterio se formó el SUTEP; en el campesinado, la CCP lideró jornadas de tomas de tierras, y la CNA encarnó una propuesta de gestión agraria, la CGTP retomó la representación de los trabajadores; la FEP, la de los estudiantes. Esa fue una acumulación de las fuerzas de izquierda cuyo logro más importante fue la derrota de la dictadura. En ese devenir, crecieron y se hicieron símbolos Emiliano Huamantica, y, posteriormente, Horacio Zeballos.

La vuelta a la democracia formal, proceso iniciado después del paro del 19 de julio de 1977, significó el retorno de un gobierno pro sistema y el inicio de un largo periodo de violencia de un grupo que a nombre del Partido Comunista prometía avanzar por el sendero luminoso de José Carlos Mariátegui. Todos los actos criminales que cometió, incluyendo el asesinato a líderes populares, militantes de izquierda, gente sencilla, nada tenían que ver con lo que era y es un proceso transformador y menos con el pensamiento del Amauta; y sin embargo, fue la izquierda la que cargó con un pasivo que no era suyo. La derecha y el imperialismo hábilmente asociaron izquierda con terrorismo y violencia.

Pese a ello y gracias a su propia acumulación vasta y dispersa, se pudo lograr la unidad con I.U. y se conquistó el gobierno local de Lima. Después vino la debacle.

La primera derrota importante de aquel periodo fue un autogol. La izquierda fue incapaz de conservar su unidad. No se tuvo en cuenta algo elemental: jamás se une nada desde la diferencia sino de las coincidencias. Es difícil para un sector no informado ni avisado entender por qué existe diversidad de izquierdas, como también es difícil entender cómo es que los dirigentes con sostenibilidad cognitiva propia no han podido entenderlo.

Las izquierdas no son lo mismo en términos ideológicos y doctrinarios. El error, que en gran parte explica su crisis es desentendimiento que la ideología en un frente de izquierda importa o debería importar nada o muy poco. Ningún intento de unidad será coronada con éxito si se pretende construirlo desde las diferencias ideológicas.

La unidad de la izquierda y de los sectores progresistas debe ser Programática. ¿Qué objetivos tiene la unidad? ¿Solo obtener curules? ¿Puede ser la izquierda en todas sus gamas, desde la marxista hasta la progresista, una alternativa de gobierno y de poder? ¿Es sinónimo de reformismo y traición el camino electoral?

Eso debe estar sobre la mesa de un debate alturado. El no tenerlo en cuenta esto hizo estallar a la IU y ha impedido la unidad en las tres últimas décadas.

De otro lado, la izquierda peruana no ha hecho estudio e investigación. Se ha nutrido (o desnutrido) de gremialismo y no ha hecho ninguna trabajo serio por interpretar la realidad nacional. Mariátegui ha sido un maestro con escasos discípulos. Los más notables son sin duda: Alberto Flores Galindo, Iván Degregori, Wilfredo Kapsoli. De los sobrevivientes de la lucha guerrillera, Héctor Béjar es un intelectual destacado. No hay, a diferencia del 60 y 70 un colectivo de intelectuales y artistas de izquierda.

Es explicable entonces por qué desde que se inició la ofensiva neoliberal la izquierda no ha hecho ningún estudio serio sobre las clases sociales en el contexto de la globalización. El capitalismo del Perú, hasta mediados de los 70s tenía rostro; hoy el capitalismo es un sistema sin rostro. Posiblemente eso hace difícil un estudio.

Cuando la izquierda ha estado en la conducción de los espacios de gobierno, no se ha diferenciado sustancialmente de la gestión de la derecha. Sin imaginación, se posesionó de los gobiernos para administrar la rutina. Sin capacidad de imaginar ni soñar nada nuevo ha hecho y ha repetido lo que cualquier opción política del sistema hace. Hasta en la práctica de la coima y la corrupción siguió las huellas de la derecha. Gestiones como la de Alfonso Barrantes y conductas como la de Javier Díez Canseco son un modelo y un ejemplo que marcan la diferencia.

La izquierda necesita autoevaluarse y renovarse integralmente, más allá de lo generacional, más allá de la coyuntura.

De renovarse integralmente será un referente medular para quienes apuestan por el futuro.


Escrito por

Julio Yovera.

Natural de Catacaos, Piura. Docente universitario en la especialidad de Literatura. Publica artículos políticos y culturales de interés.


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